
Peruanos y chilenos se reunieron en masiva procesión del Señor de Los Milagros en Santiago
La celebración que une a peruanos, chilenos y otras comunidades de extranjeros se inició este domingo en la Catedral Metropolitana de Santiago.
Posteriormente, se realizó la procesión que salió desde la Catedral hasta la Parroquia Italiana y Latinoamericana, Nuestra Señora de Pompeya. Como ya es tradicional, el centro de Santiago acogió nuevamente la procesión del Señor de los Milagros. Una fiesta que nació en Perú, y que hoy se ha extendido por todo el mundo.
Esta devoción ha “emigrado” a varios países del mundo, junto a las comunidades de migrantes peruanos. En Santiago de Chile, la Procesión se realiza anualmente el último domingo de octubre, integrando a devotos de varias nacionalidades, unidos por el fervor y la devoción al Señor de los Milagros.
Desde 1992, hasta 2003, se realizó la tradicional Procesión del Señor de los Milagros en Santiago por las calles aledañas a la Parroquia Italiana y Latinoamericana Nuestra Señora de Pompeya, ubicada en Av. Bustamante 180, Comuna de Providencia. A partir de 2004, la Procesión ha extendido su recorrido desde la Catedral Metropolitana hasta la referida la Parroquia Italiana y Latinoamericana.
En esta Procesión con la hermosa imagen del Cristo Morado, donada a la Hermandad del Señor de los Milagros, participaron más de diez mil devotos, de varias nacionalidades, entre los cuales se destacaron los inmigrantes peruanos residentes en Chile.
Esta importante devoción es animada por una comunidad de fieles que se ha constituido como Hermandad del Señor de los Milagros en 1997, obteniendo la personalidad jurídica el 22 de octubre de 1999, mediante el Decreto 325, del Arzobispado de Santiago.
Historia del Señor de los Milagros
En el siglo XVII llega al Perú, desde Angola, África, el moreno Benito, quien trabajaba como esclavo en un rancho de Pachacamilla. Una epidemia de fiebre amarilla asoló al Perú y Benito se dedica atender a los enfermos y dar sepultura a los muertos, sin embargo, milagrosamente él sobrevivió a esta desgracia. Reconociendo este hecho milagroso y los grandes méritos de Benito, su amo lo dejó en libertad. Ya en libertad, sin saber nada del arte, pintó una imagen de Jesús crucificado en la pared de su habitación. Testigos declararon que mientras Benito pintaba, se veía en su habitación resplandores sobrenaturales y se escuchaba una música celestial. Después de un tiempo, unos arcabuceros decidieron investigar estos fenómenos y así hallaron la imagen terminada y a Benito muerto con su cuerpo incorrupto.
Su fama se extendió rápidamente en aquel lugar, la que se acrecentó enormemente cuando el 13 de noviembre de 1655, un espantoso terremoto asoló la ciudad de Lima, que redujo a escombros a casi todas las construcciones, incluyendo el modesto cuarto de adobe del barrio de Pachacamilla, menos la pared dónde Benito había pintado a la sagrada imagen, que permaneció intacta.
Con todo lo sucedido, los devotos acordaron edificar una modesta capilla, dejando allí la imagen con el nombre de El Señor de los Milagros.
El 28 de octubre de 1687, un maremoto destruyó el puerto del Callao, incluyendo a la pequeña capilla, excepto el altar mayor, quedando nuevamente en pie el Señor crucificado. Un violento terremoto sacudió nuevamente a la ciudad de Lima el 28 de octubre de 1746, derribando la reedificada capilla y el monasterio, pero la imagen milagrosamente quedó sin daño alguno. Estos sucesos incrementaron el culto al Señor de los Milagros, incluyendo a limeños de todos los niveles sociales.
Ante esto, intervino el Virrey Amat y Juniet, quien ordenó construir un nuevo templo para la imagen e hizo pintar en ella al Padre Eterno y al Espíritu Santo y de ésta forma se hizo posteriormente una réplica de la sagrada imagen en un lienzo, la que se saca en procesión cada año. En el reverso del Señor de los Milagros va Nuestra Señora de la Nube, advocación de la Virgen, que se apareció en Quito en 1696, en honor a la fundadora del Monasterio de las Nazarenas, quien era ecuatoriana.